jueves, diciembre 08, 2005

Pereza

La pereza es intrínseca a toda materia viva. Ninguna ardilla sale de su madriguera a no ser que tenga una urgente y acuciante necesidad que satisfacer. Sabe que salir de su escondrijo siempre comporta riesgos, ya que se pone a expensas de ser merendada por un depredador.
Nosotros, los humanos somos esencialmente la misma cosa, por esto se ha de inventar para nosotros “necesidades acuciantes” que nos hagan levantarnos del sofá que es nuestro modo natural de ser. El estado y la iglesia lo saben bien; el uno se ha inventado las declaraciones trimestrales del I.V.A. y la iglesia ha incluido esa particularidad del ser (la pereza) entre sus pecados capitales. Y es que ocioso, sólo debe estar el poderoso, los otros los que están a sus expensas deben estar en constante actividad, así no piensan y están entretenidos. En el reino animal vuelve a ocurrir lo mismo. Los herbívoros han de estar pastando permanentemente mientras son observados desde la sombra de la acacia por el aburrido león mientras decide a cual de ellos se merendará.
Y es que a los poderosos les entretiene mucho observar a los trabajadores. Los despachos de los jefes siempre están en los últimos pisos de las sedes centrales de las compañías para poder ver a sus pies el laborioso hormigueo de sus inferiores. En las fábricas ocurre lo mismo desde el despacho del jefe se suele poder ver la planta de producción. Ahora, telefónica anuncia por la televisión unas cámaras que se instalan en el lugar de trabajo para que los jefes puedan espiar desde la cama a sus trabajadores. El gran hermano ya está aquí. Y lo inaudito es que a todo el mundo le parece normal.
Domesticar la sana pereza, que es el espacio de la teoría, es inherente al proceso de brutalización que se enmascara detrás de los adelantos modernos. La prueba es que cada vez que el común de los mortales no tiene nada que hacer se deprime y le recetan eso que llaman terapia ocupacional.

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