domingo, diciembre 17, 2006

Al infierno con él

Hace unos 15 días, me iba a la cama con la noticia de que el dictador Augusto Pinochet había recibido la extrema unción debido a su complicado estado de salud. Y esto puso mi oxidada máquina de pensar en funcionamiento.

Pinochet, un cabrón de semejante talla, un torturador, asesino, ladrón sin escrúpulos, una persona¿? que durante su actividad política sometió a sus conciudadanos a esperimentos económicos salvajes suprimiendo los sistemas de ahorro y préstamos de vivienda, echando al 30% de los funcionarios o subiendo los impuestos; medidas que hicieron que casi desapareciera la clase media, y como siempre la clase pudiente se enriqueció gracias a las franquicias otorgadas por el gobierno militar.

Pues bien, este regalo, con una simple operación, con decirle a un cura que se arrepiente de todos sus pecados y con un poquito de aceite en la frente, tiene las puertas del cielo abiertas, la salvación divina a su disposición.
Pero que clase de religión es esa, que por muy canalla que seas en vida te ofrece el premio gordo sin el más mínimo esfuerzo? Qué clase de religión es aquella que premia por igual tanto a los buenos o muy buenos como a las mismísimas reencarnaciones bastardas de Belcebú? Pero que tomadura de pelo es esta donde nos enseñan que da igual que te comportes en vida como Vicente Ferrer o como Augusto Pinochet? Si al final todo va a dar igual.

Si el altísimo es capaz de perdonar todas las barbaridades de este dictador, digo yo que podrá perdonar mi ausencia de fe, que al fin y al cabo, mis faltas son una minucia al lado de las de este fulano.
En fin, yo por eso no me preocupo más, ya no volveré a tener jamás dudas teológicas, lo único que tengo que tener presente es acordarme de pedir la extrema unción a última hora y si no hay posibilidad, un padre nuestro a tiempo nunca está demás.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Amén, David, amén...